En apariencia, el Furness General Hospital de Cumbria, en el Noroeste de Inglaterra, tiene el mejor de los aspectos. Es un edificio de ladrillo rojo de agradable arquitectura moderna, con 268 camas, apellido de centro sanitario «universitario» y ubicado en un prado bucólico. Pero una investigación independiente, encargada por el Ministerio de Sanidad en 2013, ha revelado que tras una buena fachada se encubría un servicio de obstetricia deficiente y a veces letal. Allí se registró una «mezcla letal de errores», concluyen los investigadores, que entre 2004 y el verano de 2013 provocó la muerte de once bebés y una madre.
La investigación, encargada a la fundación de un hospital de gran prestigio, deja en muy mal lugar a las comadronas del centro, de formación muy pobre y que «buscaban el parto normal a cualquier precio». Era un equipo muy cerrado y el diálogo con los médicos casi no existía. Se hacían llamar a sí mismas con cierta arrogancia «las mosqueteras». El Furness es un hospital público, que forma parte de la red del NHS, el Servicio Nacional de Salud, orgullo del sistema asistencial británico.
«Nunca apareció un médico»
El primer aviso llegó en 2004, con un bebé muerto por falta de oxígeno en un parto mal dirigido. En 2008 se registraron cinco graves incidentes: un nuevo caso de bebé fallecido por falta de oxígeno; la muerte de una madre, que tenía la presión arterial alta y no fue tratada, y de su niño, por una embolia del líquido amniótico; y el óbito de otro recién nacido por una infección no diagnosticada. Pero las evaluaciones que se llevaron a cabo en aquel momento no llegaron a ninguna conclusión relevante.
El niño muerto por septicemia en 2008 se llamaba Joshua Titcombe. Su padre no dejó morir su causa y en 2009 presentó una queja bien articulada, en la que explicaba que la infección no fue controlada durante las primeras 24 horas. «Mi mujer pedía antibióticos y le decían que no, que todo iba bien. Nunca apareció un médico por allí», explica el padre en la BBC.
El punto de vista de los padres fue refrendado por el estudio de un forense, que acusó a las comadronas de haber perdido la oportunidad de detectar y tratar la infección. Aun así, el Gobierno no encargó su investigación a fondo hasta 2013. Ayer el ministro de Sanidad, Jeremy Hunt, afirmó que «la lección ha sido aprendida y otras familias no pasarán por la misma pesadilla».
El pequeño Joshua fue trasladado a otros dos hospitales y murió en Newcastle. Su padre decía este martes que sentía una mezcla de «tristeza, enfado y reivindicación cumplida» al ver que ahora se le da la razón. Pero no podía dejar de recordar con pena que «mi hijo tendría ahora seis años».
La investigación independiente es muy dura también con las autoridades sanitarias locales y con el Defensor del Paciente, que cree que pudieron haber sacado el problema a la luz mucho antes. La conclusión es que en el servicio de partos del Furness Hospital imperó durante años «la negación y la incompetencia», con un equipo «rudimentario», los problemas llegaban desde la sala de partos a la dirección.