Que no haya risas y tampoco silencio cuando un alumno sufre acoso en el colegio, ése fue el objetivo principal de Christina Salmivalli cuando, en 2006, el entonces ministro de Educación finlandés, Antti Kalliomäki, le encomendó que buscara el bienestar de los estudiantes a través de un programa dirigido a reducir los casos de 'bullying' y 'ciberbullying' en el país. Ha desaparecido en el 79% de las escuelas y se ha reducido en el 18%.
"Dedicamos mucho tiempo a reflexionar cómo confrontar al estudiante acosador. ¿Hay que ser autoritario con él o no serlo? Tras años de estudio y de práctica en las aulas podemos decir que casi no hay diferencia entre usar una técnica o la otra".
Lo que sí puede provocar cambios es la
actitud del grupo. ¿Qué hacen los otros cuando ven cómo acosan a un compañero?
"Según nuestra experiencia, un 20% refuerza ese acoso, un 17% defiende a la víctima y el resto permanece pasivo.
Donde los compañeros ayudan hay menos acoso, porque los acosadores necesitan de una audiencia a la que demostrar su poder y las víctimas necesitan que por lo menos alguien les apoye"
Lo fundamental no es que conseguir que la víctima sea menos vulnerable sino influir en los testigos indiferentes, concienciar sobre la importancia del grupo", este tipo de reflexiones transmitió Salmivalli a sindicatos de profesores, maestros y organizaciones contra el acoso.
"Ser tímido o introvertido puede aumentar las posibilidades de ser acosado pero no se puede decir que sea culpa de esos alumnos. La timidez está bien y, además, es una característica genética. Hay que conseguir que los alumnos que sufren acoso se acepten a sí mismos y que lo haga también el resto".
La herramienta que Salmivalli considera que pueden emplear es la sorpresa:
"Cuando una víctima responde una manera que el acosador no espera, éste queda anulado", sostiene.
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