Mientras paseaba por las calles de mi pequeño pueblo, decidí entrar en una tienda que siempre me había llamado la atención: una acogedora cerería llena de coloridas ceras. La puerta de madera chirrió al abrirse y un suave aroma a miel y flores invadió mis sentidos. Al fondo, un hombre mayor, con una sonrisa de sabiduría en el rostro, me observaba mientras organizaba cuidadosamente los estantes.
Sin pensarlo, me acerqué y, con curiosidad en los ojos, le pregunté sobre los diferentes
tipos de ceras que tenía. Mi interés no solo era superficial; deseaba conocer más sobre sus poderes y beneficios. El anciano, con una chispa en su mirada, comenzó a relatarme su historia. Me habló, primero, de la cera de abejas. Me contó que era una de las más antiguas y valoradas, conocida por sus propiedades naturales y su capacidad para sellar y proteger. Me imaginé usando cera de abejas para hacer velas; su luz cálida y su aroma dulce eran perfectos para crear un ambiente acogedor en casa. Además, me mencionó que es ideal para la piel, ya que actúa como un humectante natural, protegiéndola y manteniéndola suave.
Intrigado, le pedí que me hablara de la cera de soja. El anciano sonrió y explicó que esta cera, hecha de frijoles de soja, era la opción perfecta para los que buscaban algo más ecológico. La cera de soja, a diferencia de la cera de parafina, es biodegradable y limpia. Me impresionó saber que al elegirla, no solo podía disfrutar de velas más limpias, sino que también estaba contribuyendo a un planeta más saludable. Además, su fragancia se dispersa de manera más uniforme, creando un ambiente envolvente.
Mientras me sumergía en sus palabras, no podía evitar sentirme atraído por la idea de la cera de palma. Me explicó que esta cera, extraída de los frutos de la palma, era otra alternativa sostenible. Lo que me fascinó aún más fue la versatilidad de la cera de palma para experimentar en la elaboración de productos cosméticos. El anciano me aseguró que tenía propiedades hidratantes y antioxidantes, perfectas para los cuidados de la piel.
Con cada tipo de cera que mencionaba, mi imaginación volaba. La cera de parafina, aunque menos natural, tenía su lugar en este mundo. Es más económica y fácil de encontrar, ideal si se busca un proyecto de manualidades rápido y accesible. Pensé en lo práctico que era para los principiantes en el arte de hacer velas. Al final de la charla, el anciano me dio una pequeña muestra de cera de champán, una rareza que solo él parecía tener. Me explicó que era perfecta para dar un brillo especial a los acabados. La propia textura y el aroma de esta cera eran delicados, casi como un susurro de lujo.
Salí de la cerería habiendo no solo aprendido sobre los diversos tipos de ceras y sus beneficios, sino también sintiendo una conexión renovada con el arte de crear. La idea de utilizar ceras naturales y sostenibles resonó profundamente en mí. Ya sabía que mis próximas velas no solo iluminarían mi hogar, sino que también contarían una historia de cuidado y respeto por el medio ambiente. En ese momento, comprendí que a veces los objetos más simples pueden llevar consigo el corazón de tradiciones y la esencia de la naturaleza.