Recuerdo el primer día de clases en el colegio privado donde decidí inscribir a mi hijo. Tenía ciertas expectativas, pero nunca imaginé cómo ese lugar transformaría la vida de nuestra familia. Desde que nos mudamos a Chihuahua, sabía que la educación era una de las prioridades fundamentales para mi pequeño, así que comenzamos a investigar las opciones disponibles en la ciudad. Fue entonces cuando descubrimos el colegio que, con el tiempo, se convertiría en un segundo hogar para él.

El proceso de selección no fue fácil; había tantas opciones y todas prometían grandes cosas. Sin embargo, lo que me atrajo de inmediato fue la filosofía educativa del colegio que elegimos. Desde el primer contacto, noté que estaban comprometidos no solo con la excelencia académica, sino también con el desarrollo integral de sus alumnos. En esas primeras visitas, pude ver la pasión de los maestros, la atención personalizada a cada niño y un ambiente donde el aprendizaje se celebraba de manera creativa.

El primer día de clases, cuando llevé a mi hijo, sentí un ligero nerviosismo en el aire. Sin embargo, al verlo entrar al aula, rodeado de otros niños y sonriendo a su nuevo maestro, mi corazón se llenó de esperanza. A medida que pasaron las semanas, me di cuenta de que estaba en el lugar correcto. Su curiosidad comenzó a florecer de maneras que nunca había imaginado. La metodología activa y el enfoque en el aprendizaje práctico le permitieron conectar sus conocimientos con el mundo real.

Un beneficio que nunca anticipé fue la red de apoyo que se formó rápidamente. Las familias que conocí en el colegio compartían una visión similar sobre la educación y los valores. Organizamos actividades extracurriculares que fortalecían la comunidad, y las amistades que se forjaron durante esos primeros años han perdurado. No solo estaba invirtiendo en la educación de mi hijo, sino también construyendo relaciones que enriquecerían nuestras vidas.

Además, el compromiso del colegio con el desarrollo de habilidades socioemocionales ha sido fundamental. Mi hijo ha aprendido a trabajar en equipo, a resolver conflictos de manera pacífica y a cuidar de sus compañeros. Estas lecciones son tan valiosas como cualquier materia académica. En un mundo que a menudo se siente dividido, ver cómo mi hijo se convierte en un líder empático y colaborador me ha dado una gran tranquilidad.

No puedo dejar de mencionar la atención que se presta a la diversidad en el aprendizaje. Cuando noté que mi hijo tenía algunas dificultades en matemáticas, el colegio no dudó en ofrecerle apoyo adicional. La dedicación de los maestros para atender las necesidades individuales de cada estudiante ha hecho una gran diferencia. La educación no es un proceso de talla única, y aquí me di cuenta de que la personalización era clave.

Cada año, al finalizar el ciclo escolar, me sorprende ver el crecimiento de mi hijo. No solo en sus calificaciones, que siempre han sido excelentes, sino también en su carácter, en su curiosidad por el mundo y en su deseo de aprender. Hemos compartido momentos inolvidables, desde las obras de teatro hasta las ferias de ciencias en las que él se ha destacado. Cada actividad ha sido una oportunidad para que brille y para que nosotros, como padres, nos sintamos orgullosos de su esfuerzo y dedicación.

Con el paso del tiempo, se ha forjado un vínculo especial entre nosotros y el colegio. Me he involucrado en talleres y eventos, y cada vez que asisto, veo la pasión con la que todos —desde los docentes hasta el personal administrativo— trabajan para dar lo mejor a sus alumnos. Ese compromiso se siente desde el momento en que cruzas la puerta; es una energía contagiosa que impulsa a todos a superarse.

Hoy miro hacia atrás y sé que elegir uno de los mejores colegios privados en Chihuahua fue una de las decisiones más acertadas de mi vida. No solo ha proporcionado a mi hijo una educación de calidad, sino que también ha cultivado un entorno donde puede crecer emocional e intelectualmente. Mi corazón se llena de orgullo cuando veo a mi pequeño enfrentarse al futuro con confianza, preparado para afrontar cualquier desafío. Estoy emocionada por todo lo que aún está por venir y agradecida de formar parte de esta maravillosa comunidad educativa.