Si con la sustitución del PRODI por otra limosnilla, a condición de realizar un curso, el gobierno y las administraciones públicas creen que van a seguir entreteniendo eficazmente a la amplia mayoría de la población parada, quizás lo vuelvan a conseguir. Pero no sin contar con la desazón de esa minoría creciente de los que ya hemos hecho varios de esos cursos y que a la finalización de los mismos, somos testigos del total despropósito que se comete contra los alumnos, como es mi caso, desde el centro de formación que tiene la Junta de Andalucía en Málaga y de las academias e institutos ligados a estos planes de formación. Esos mismos que hemos acudido diariamente a sus aulas, que hemos puesto un interés en formarnos y que aun sabiendo que no teníamos nada asegurado creímos que el esfuerzo iba a ser de alguna manera -aunque fuera mínima- recompensado. Esos mismos alumnos que no volveremos a serlo ni aunque nos paguen, que si bien seremos muy poquitos, nos abstendremos de volver a participar de esta pantomima llamada FPO.
Porque la sumisión de la administración pública al sector privado, impide la posibilidad en muchos casos de poder acceder a unas prácticas de calidad acordes con la formación recibida. Porque los FPO que promociona la Junta fallan clamorosamente a la hora de respaldar a los alumnos frente al mercado laboral. Y porque el nivel y la exigencia de estos cursos es tan mediocre que las empresas no los toman en serio.
Por lo que de poco sirve toda la planificación que hacen, si en el punto más crítico de todo el proceso formativo, es decir, en el momento en el que el alumno formado debería de tomar contacto con el mercado laboral, el sistema falla y por mi experiencia, juraría que lo hace a propósito. Pero tampoco nos vamos a engañar, con idea de mantener los ánimos calmados, resulta más económico un sistema de formación inútil que incluso pague a sus alumnos, para entretenerlos en la ilusión de conseguir un trabajo, en lugar de comprar material antidisturbios para repeler las revueltas de tanto parado que tal vez tendrían lugar, o lo mismo no, si se suprimiera cualquier tipo de ayuda.
Y todo ello por la carencia absoluta de una estrategia comercial que sepa insertar adecuadamente a su producto (los alumnos) en el mercado, lo que provoca una dispersión de la oferta que generan y que contribuye a una pobre asimilación por parte de las empresas y a realimentar el ciclo de formación indefinida. Este fallo, deliberado o no, de una administración pública que no quiere hablar el mismo lenguaje del mercado, la lleva a tener un poder de negociación con las empresas que tiende a ser nulo y a un servilismo que hace que incluso tengan que pagar a estas por recibir alumnos en prácticas que no cobrarán nada.
Este país tan adicto a las burbujas económicas, en los últimos tiempos que corren está decidido a inflar la de la formación para desempleados a un ritmo igual o superior al crecimiento del paro. Con el fin supongo de ganar tiempo, para que cuando la mayoría de desocupados estén en una situación de desengaño parecida a la mía, hayan hecho ya acopio del suficiente material antidisturbios, así como de los mercenarios para su empleo contra los que algún día dejarán de querer ser saciados con limosnas y entretenidos con formación escasamente valorada.
Yo ya he llegado a ese día de mañana. Ese día en el que uno se da cuenta de que los administradores de los recursos públicos tratan de mantener a los que formamos parte de esa tasa natural de desempleo creciente, en una etapa de formación indefinida, haciéndonos invertir sin remordimiento alguno, miles de preciadas horas de nuestras vidas a cambio de promesas infladas con el humo de sus argumentaciones vacías.
Esta sangría que hacen con nuestro tiempo a ellos no les duele lo más mínimo, porque no somos más que un registro en sus ordenadores. Y los que hemos despertado y están por despertar, somos y serán aquellos a los que nuestras vidas todavía nos importe tanto como para hacerles ver a estos cínicos administradores de buenos modales pero pésimo trato, que no estamos dispuestos a seguirles su juego de “cada vez menos para todos y más para unos pocos”. Y que las horas perdidas haciendo cola en sus oficinas de desempleo y en sus aulas formándonos para nada, serán el motor de la rabia que impulse la avalancha que pasará por encima de sus mercenarios antidisturbios hasta llegar a derribarlos a ellos también.